
Como diría Matías Prats padre: “Apoteósico e inenarrable”. La fiesta organizada en ocasión de la presentación del nuevo disco de Betunizer, Gran Veta (BCore Disc, 2013), fue como si al mismo tiempo te tocara la lotería, la chica que te gusta te dijera que sí y el Espanyol ganara al Barça en la final de la Copa de Europa, todo a la vez. Fue como creo que debe ser el sexo tántrico ese que practica Sting pero sin música new age mierdosa de fondo y con birras y amigos de todas partes. Como si se juntaran Fugazi con Miles Davis y Ali Farka Touré para tocar durante diez horas. Y es que la razón por la que muchos asistimos a conciertos y por la que grupos como Betunizer existen es para vivir días como el que vivimos ese sábado. La lección más importante que aprendí este fin de semana es que la música es un instrumento hermoso que une a la gente (bailar pogo subido a la chepa de un completo desconocido, esa clase de cosas), una celebración colectiva que contrasta de manera dolorosa con nuestra realidad cotidiana, cada vez más individualizada y aislacionista. Mola escuchar discos en casa, bajarse cosas y comentarlas en FB pero mola muchísimo más bajar a la calle y juntarte con gente para participar en un concierto. Los discos en realidad dan igual, lo que molan son los conciertos, estar cerca de la peñuki.
Llegamos a las doce, nos ponemos las pulseras, saludamos brevemente a unas 27 personas y nos adentramos en una pequeña sala de exposiciones que acogerá los conciertos de Alberto Montero y Negro. El intempestivo horario (las putas doce y media de la mañana, el primero de un cartel de diez bandas) no es problema para Montero. Versiones desnudas de un cancionero que en este formato se acerca mucho más a Tim Buckley y su hijo Jeff que cuando escucho sus discos. Al final de su pase sube al escenario Fernando Junquera (Negro), con el que interpreta una canción de su primer disco, y un par de versiones (Conan Mockasin, Betunizer) que suenan a Orquesta Filarmónica de Viena. Collons, esto empieza muy bien. Sin tiempo de levantarnos de la silla, Negro emprende su viaje al interior de la mente. Carretera y manta. Mira que le he visto veces, pero hoy está pletórico, quizá el ambiente generalizado nos predispone de una manera especial. Le estoy viendo tocar y realmente pienso que no podría estar mejor en ninguna otra parte del mundo. Su música nos envuelve a todos en un manto durante un rato, aquí vamos a estar bien.
Salimos a la luz en más de un sentido cuando acaba el show de Negro. Saludamos a otras 34 personas más. Algunos vienen de Bilbao, otros de Madrid, aquel de Galicia. Nos bebemos siete birras y comemos unas insulsas quesadillas de champiñones a precio típicamente barcelonés que no hacen mella en nuestro ánimo en lo más mínimo. Son las cuatro y media y empiezan a tocar los Lefty Wankers (Pajilleros Izquierdosos, di que sí). Punk rock garagero, sucio, veloz y desatado. Como andar colina abajo con una bici sin frenos. Después Cigüeña desenfundan todos los temas del que será su próximo LP, que por lo visto continúa por los mismos derroteros estilísticos que les conocíamos: un intenso post hardcore emocional a la Hüsker Dü/Superchunk. Me consta que su concierto captó la atención de cierto número de gente que no les conocía.
Mientras veo cómo Nueva Vulcano va preparando los bártulos para su concierto me doy cuenta de que el concierto va a ser emocionante por muchas razones: hace tiempo que no tocan, van a interpretar muchas canciones nuevas y al mismo tiempo vamos a escuchar algunas de las antiguas. Son amigos de todo el mundo y a todo el mundo le gustan, son un grupo especial. Muy lejos de la pericia instrumental que demuestran varios de los grupos que tocarán esta noche, Nueva Vulcano son únicos en su imperfección. En el Magazine brillan especialmente las nuevas composiciones, mientras que las antiguas ya suenan como a otra época, que es algo que me encanta sentir con un grupo al que sigo con devoción porque significa que todavía están vivos y no están haciendo una recreación del pasado. Muy emocionante cuando Artur me pregunto si prepara lo que dice entre canciones o simplemente improvisa, dice: "hay gente a la que le gustan los Beatles, a otros incluso Radiohead: a nosotros nos gustan Betún." Todos aplaudimos y nos alegramos de estar en el sitio perfecto a la hora justa. Somos los mejores, Betún, nosotros, Nueva y todos los demás grupos.
He visto mil veces a Picore y siempre pienso lo mismo: son un grupo top, me hacen sentir vivo, la música en directo es esto, ojalá pudiera verlos cada fin de semana, esta canción mola un huevo, mira lo que hace el guitarra, los voy a poner cuando llegue a casa. Despliegan su particular homenaje a Captain Beefheart y la Magic Band con una solvencia aplastante, y además rockean de una manera extraña, siempre en ese difícil equilibrio entre no entender nada y seguir el ritmo. Diría que fue un concierto antológico, pero cada vez que los he visto es igual. Culos severamente pateados.
El concierto de Betunizer empieza con un speech encantadoramente emocionado de Jose Guerrero, que demuestra que el grupo está realmente tocado por lo que está pasando hoy. Joder, incluso sube su novia y le da un beso, ESTO NO PUEDE ESTAR PASANDO. Todos aplaudimos a la pareja. Después engrasan la hormigonera y nos machacan con esa mezcla de dubstep, post hardcore y músicas del mundo que cuando parece que ya no puede sonar mejor sube un peldaño más. Al final del concierto me tienen que bajar de la lámpara del techo, estoy sudado, despeinado y con el faldón de la camisa por fuera del pantalón. He bailado con amigos, he pisado un par de veces a dos chicas a las que no conozco y me he bebido tres combinados. No me he quedado en pelotas bailando en el escenario por muy poco.
Salimos fuera, me como una empanadilla de espinacas y queso que me guardaba una amiga en el bolso (y que no se ha comido en todo este tiempo, ojo, eso son amigos). La empanadilla se expande en mi estómago como si tuviera superpoderes y me permite beberme otros 32 tercios de cerveza sin que pase nada digno de reseñar (quiero decir, que al menos me tengo en pie para poder seguir bailando, haciendo air drums y pisando a desconocidos de vez en cuando).
Empieza el concierto de Unicornibot y pienso lo mismo que cuando los escucho en disco: pericia instrumental realmente avasalladora (además en directo tocan mucho más rápido, a una velocidad ridícula, ahora que lo pienso, en realidad igual están haciendo playback) que a veces me aleja del discurso general, como que me despista un poco y no le acabo de encontrar la dirección a todo esto. El ambiente en la sala es acojonante (han venido unos cuantos gallegos que arman follón) y decido con esa clarividencia extraña que a veces otorga la continuada ingesta de cerveza y combinados y chupitos que tengo que irme adelante a ver a estos chavales de cerca. Voy a buscar sustancia, a hacer la puta prueba del algodón. A los dos minutos ya estoy levantando los brazos cada diez segundos de manera regular y doy gracias a Dios porque una vez existieran King Crimson, Faraquet o quien sea que haya influenciado a los tios estos de Unicornibot. Piso a unos cuantos desconocidos más, es complicado bailar con estos gallegos pero lo intento con toda mi alma. Me subo a la chepa de un madrileño, aullo, doy palmadas como un jodido idiota. Cuando acaba el concierto de Unicornibot casi lo estoy sintiendo por No More Lies. Vaya papelón tener que salir ahora, esto va a ser jodido. Pues no, la clarividencia de la que os hablaba antes se ha ido espero que no para siempre y el ambiente durante el show de No more se caldea unos cuantos grados más. No sólo piso a más desconocidos y derramo cerveza sobre mi propia cabeza (de manera más o menos intencionada), sino que, ay madre, invado el escenario mientras me siguen unos cuantos energúmenos más. La peculiar mezcla de Damned y Green Day que son No More Lies provoca un auténtico delirio colectivo (vale, el hecho de que la gente lleve unas once horas bebiendo y metiéndose mierda igual nos predispone a todos un poco but still). Cuando ya parece que todo se va a calmar y Santi, Max y el Negre no van a tocar más, van y hacen "Pisa's Tower", que obtiene por parte del público una respuesta similar a me imagino la que obtenía Hendrix cuando se disponía a tocar "Crosstown Traffic". En ese momento justo es cuando ya sí que se caga la perra y esto es imposible, no podemos estar viviendo este festival, tengo trece años otra vez y no sabía que todo esto pudiera existir. Igual vivimos en Matrix y todo es mentira.
Después, cuando el suelo del Magazine está hecho un verdadero asco y hay un tio durmiendo en los bancos de fuera y no me quedan más empanadillas escondidas en bolsos de amigas, Za! empiezan su concierto, que se ve afectado por ciertos problemillas técnicos. A Pau y Edu se la suda todo y nos dan más fiesta, este es el grupo perfecto para cerrar este tinglado y nos llevan a todos un poco más adelante. Es el grupo perfecto porque es como si dos zumbados que no se conocieran de nada pero que tuvieran muy buen ojo para tocar hubieran estado tomando notas de todos los grupos que han tocado antes que ellos y al final del día hicieran un concierto/comentario de texto. Hay algo de todos los grupos anteriores en la música de Za!, son como una piedra Rosetta de la escena independiente que hemos visto hoy aquí.
Son las dos de la mañana, la peste a sobaco y cerveza que yo mismo soy capaz de percibir con claridad me indica que es el momento de capitular. Me subo a un taxi y pienso que si se acabara el mundo ahora mismo no me importaría lo más mínimo.
Gracias, Betunizer!
Fotografia de portada: Za!
Text: Manel Peña
Correcció: Marta C.
Llegamos a las doce, nos ponemos las pulseras, saludamos brevemente a unas 27 personas y nos adentramos en una pequeña sala de exposiciones que acogerá los conciertos de Alberto Montero y Negro. El intempestivo horario (las putas doce y media de la mañana, el primero de un cartel de diez bandas) no es problema para Montero. Versiones desnudas de un cancionero que en este formato se acerca mucho más a Tim Buckley y su hijo Jeff que cuando escucho sus discos. Al final de su pase sube al escenario Fernando Junquera (Negro), con el que interpreta una canción de su primer disco, y un par de versiones (Conan Mockasin, Betunizer) que suenan a Orquesta Filarmónica de Viena. Collons, esto empieza muy bien. Sin tiempo de levantarnos de la silla, Negro emprende su viaje al interior de la mente. Carretera y manta. Mira que le he visto veces, pero hoy está pletórico, quizá el ambiente generalizado nos predispone de una manera especial. Le estoy viendo tocar y realmente pienso que no podría estar mejor en ninguna otra parte del mundo. Su música nos envuelve a todos en un manto durante un rato, aquí vamos a estar bien.
Salimos a la luz en más de un sentido cuando acaba el show de Negro. Saludamos a otras 34 personas más. Algunos vienen de Bilbao, otros de Madrid, aquel de Galicia. Nos bebemos siete birras y comemos unas insulsas quesadillas de champiñones a precio típicamente barcelonés que no hacen mella en nuestro ánimo en lo más mínimo. Son las cuatro y media y empiezan a tocar los Lefty Wankers (Pajilleros Izquierdosos, di que sí). Punk rock garagero, sucio, veloz y desatado. Como andar colina abajo con una bici sin frenos. Después Cigüeña desenfundan todos los temas del que será su próximo LP, que por lo visto continúa por los mismos derroteros estilísticos que les conocíamos: un intenso post hardcore emocional a la Hüsker Dü/Superchunk. Me consta que su concierto captó la atención de cierto número de gente que no les conocía.
Mientras veo cómo Nueva Vulcano va preparando los bártulos para su concierto me doy cuenta de que el concierto va a ser emocionante por muchas razones: hace tiempo que no tocan, van a interpretar muchas canciones nuevas y al mismo tiempo vamos a escuchar algunas de las antiguas. Son amigos de todo el mundo y a todo el mundo le gustan, son un grupo especial. Muy lejos de la pericia instrumental que demuestran varios de los grupos que tocarán esta noche, Nueva Vulcano son únicos en su imperfección. En el Magazine brillan especialmente las nuevas composiciones, mientras que las antiguas ya suenan como a otra época, que es algo que me encanta sentir con un grupo al que sigo con devoción porque significa que todavía están vivos y no están haciendo una recreación del pasado. Muy emocionante cuando Artur me pregunto si prepara lo que dice entre canciones o simplemente improvisa, dice: "hay gente a la que le gustan los Beatles, a otros incluso Radiohead: a nosotros nos gustan Betún." Todos aplaudimos y nos alegramos de estar en el sitio perfecto a la hora justa. Somos los mejores, Betún, nosotros, Nueva y todos los demás grupos.
He visto mil veces a Picore y siempre pienso lo mismo: son un grupo top, me hacen sentir vivo, la música en directo es esto, ojalá pudiera verlos cada fin de semana, esta canción mola un huevo, mira lo que hace el guitarra, los voy a poner cuando llegue a casa. Despliegan su particular homenaje a Captain Beefheart y la Magic Band con una solvencia aplastante, y además rockean de una manera extraña, siempre en ese difícil equilibrio entre no entender nada y seguir el ritmo. Diría que fue un concierto antológico, pero cada vez que los he visto es igual. Culos severamente pateados.
El concierto de Betunizer empieza con un speech encantadoramente emocionado de Jose Guerrero, que demuestra que el grupo está realmente tocado por lo que está pasando hoy. Joder, incluso sube su novia y le da un beso, ESTO NO PUEDE ESTAR PASANDO. Todos aplaudimos a la pareja. Después engrasan la hormigonera y nos machacan con esa mezcla de dubstep, post hardcore y músicas del mundo que cuando parece que ya no puede sonar mejor sube un peldaño más. Al final del concierto me tienen que bajar de la lámpara del techo, estoy sudado, despeinado y con el faldón de la camisa por fuera del pantalón. He bailado con amigos, he pisado un par de veces a dos chicas a las que no conozco y me he bebido tres combinados. No me he quedado en pelotas bailando en el escenario por muy poco.
Salimos fuera, me como una empanadilla de espinacas y queso que me guardaba una amiga en el bolso (y que no se ha comido en todo este tiempo, ojo, eso son amigos). La empanadilla se expande en mi estómago como si tuviera superpoderes y me permite beberme otros 32 tercios de cerveza sin que pase nada digno de reseñar (quiero decir, que al menos me tengo en pie para poder seguir bailando, haciendo air drums y pisando a desconocidos de vez en cuando).
Empieza el concierto de Unicornibot y pienso lo mismo que cuando los escucho en disco: pericia instrumental realmente avasalladora (además en directo tocan mucho más rápido, a una velocidad ridícula, ahora que lo pienso, en realidad igual están haciendo playback) que a veces me aleja del discurso general, como que me despista un poco y no le acabo de encontrar la dirección a todo esto. El ambiente en la sala es acojonante (han venido unos cuantos gallegos que arman follón) y decido con esa clarividencia extraña que a veces otorga la continuada ingesta de cerveza y combinados y chupitos que tengo que irme adelante a ver a estos chavales de cerca. Voy a buscar sustancia, a hacer la puta prueba del algodón. A los dos minutos ya estoy levantando los brazos cada diez segundos de manera regular y doy gracias a Dios porque una vez existieran King Crimson, Faraquet o quien sea que haya influenciado a los tios estos de Unicornibot. Piso a unos cuantos desconocidos más, es complicado bailar con estos gallegos pero lo intento con toda mi alma. Me subo a la chepa de un madrileño, aullo, doy palmadas como un jodido idiota. Cuando acaba el concierto de Unicornibot casi lo estoy sintiendo por No More Lies. Vaya papelón tener que salir ahora, esto va a ser jodido. Pues no, la clarividencia de la que os hablaba antes se ha ido espero que no para siempre y el ambiente durante el show de No more se caldea unos cuantos grados más. No sólo piso a más desconocidos y derramo cerveza sobre mi propia cabeza (de manera más o menos intencionada), sino que, ay madre, invado el escenario mientras me siguen unos cuantos energúmenos más. La peculiar mezcla de Damned y Green Day que son No More Lies provoca un auténtico delirio colectivo (vale, el hecho de que la gente lleve unas once horas bebiendo y metiéndose mierda igual nos predispone a todos un poco but still). Cuando ya parece que todo se va a calmar y Santi, Max y el Negre no van a tocar más, van y hacen "Pisa's Tower", que obtiene por parte del público una respuesta similar a me imagino la que obtenía Hendrix cuando se disponía a tocar "Crosstown Traffic". En ese momento justo es cuando ya sí que se caga la perra y esto es imposible, no podemos estar viviendo este festival, tengo trece años otra vez y no sabía que todo esto pudiera existir. Igual vivimos en Matrix y todo es mentira.
Después, cuando el suelo del Magazine está hecho un verdadero asco y hay un tio durmiendo en los bancos de fuera y no me quedan más empanadillas escondidas en bolsos de amigas, Za! empiezan su concierto, que se ve afectado por ciertos problemillas técnicos. A Pau y Edu se la suda todo y nos dan más fiesta, este es el grupo perfecto para cerrar este tinglado y nos llevan a todos un poco más adelante. Es el grupo perfecto porque es como si dos zumbados que no se conocieran de nada pero que tuvieran muy buen ojo para tocar hubieran estado tomando notas de todos los grupos que han tocado antes que ellos y al final del día hicieran un concierto/comentario de texto. Hay algo de todos los grupos anteriores en la música de Za!, son como una piedra Rosetta de la escena independiente que hemos visto hoy aquí.
Son las dos de la mañana, la peste a sobaco y cerveza que yo mismo soy capaz de percibir con claridad me indica que es el momento de capitular. Me subo a un taxi y pienso que si se acabara el mundo ahora mismo no me importaría lo más mínimo.
Gracias, Betunizer!
Fotografia de portada: Za!
Text: Manel Peña
Correcció: Marta C.