
Pues sí, hubo un día en el que me pasé más de quince horas llorando. El resultado del cóctel explosivo de una mala noticia y un síndrome premenstrual colosal. Había pasado malas noches llorando y dando vueltas a las cosas en otras ocasiones, como a casi todos nos ha pasado alguna vez, pero nunca me había parado a examinar las cosas más llamativas que experimentaba mi cuerpo.
Quince horas, dan para mucho...
![]()
1. Lo primero que noté es que mi piel se puso roja por las lágrimas y me hizo recordar a un triste día allá por 2002 en el que mi amiga Cristina y yo estábamos sentadas en los bancos cerca del MACBA y yo lloraba porque mi novio y yo ya no estábamos juntos. Cristina después de intentar tranquilizarme y darme ánimos me miró, me dió un kleenex y me dijo: “Neni, no llores más, tienes la piel muy sensible y se te pone muy roja. Tienes que cuidártela”. Casi al momento dejé de llorar y nos echamos a reír. Pensé que era lo más ridículo pero también el mejor consejo que alguien, que ya me quería mucho, me podría dar. Yo no lo sabía aún pero le declaré mi amor para siempre ese día.
2. Otra de las cosas que te pasan cuando lloras tanto es que tus ojos brillan, no puedes cerrar los ojos porque te duelen los párpados y tus pupilas se hacen pequeñiiitas. Es el efecto contrario a unas buenas drogas en el Primavera Sound. Supongo que llorar durante 15 horas y música, amigos y drogas son antónimos por ese hecho.
3. Tus labios se cortan por las lágrimas y las babas. No hay en este mundo suficiente glicerina, vaselina o aceite para sellar esas grietas. Acabas mordiéndote las pieles sobrantes y realizándote un peeling a tí misma del que te acordarás durante semanas...
4. El pecho te duele hasta la garganta y no puedes respirar. Llega la ansiedad y el dolor por dentro. Si tienes gato, exactamente se colocará donde te duele y se quedará completamente frito. Esto puede sonar muy bonito sino fuera porque Lobo pesa cerca de 8 kilos y casi acabo con varias costillas rotas de tanto amor.
5. La cabeza te explota, sobretodo el lado izquierdo. Creo que tanta emoción e irracionalidad junta puede con el lado izquierdo del cerebro y reacciona racionalmente mandando patadas eléctricas y punzantes para que reacciones y al menos te tomes un ibuprofeno.
6. Haces mucho pipí. ¿De dónde sale tanta agua? No has bebido, no has comido en horas, no paras de llorar y ¿aún así tienes que ir al baño?, ¿es una broma? Debe de ser la manera más dramática de deshidratarse.
7. No comes. Nada. No te entra nada. La idea de masticar te da fatiga y los hipidos no te dejan respirar. ¡Nunca recomendaría llorar durante 15 horas ni mucho menos no comer! Pero mirando atrás durante las navidades no sería un mal momento para cortar tanto exceso, ¿no? Operaciones bikini a mí...¡ja!
8. Moqueas muchísimo y, si no te compraste esos kleenex suaves de aloe vera que viste en el supermercado la última vez que fuiste, tu nariz se convierte en un instrumento de tortura cada vez que intentas sonarte. Se va tapando lentamente de las paredes hacia el centro del tabique como en el vertedero de la estación espacial en La guerra de las galaxias para terminar sacando agujas punzates cual cabeza de Hellraiser.
9. Respiras por la boca y hablas en nasal. Está claro que tu no nariz no está para respirar ahora mismo, así que entre hipido e hipido vas dando bocanadas de oxígeno mientras intentas explicar cómo te sientes sonando a Janice de Friends con acento del pato Donald. No te entiende ni Punset...
10. Tiritas mucho y tienes mucho frío. Llevas el pijama, la bata-manta, estás en el sofá con tu gato de casi 8 kilos encima, la estufa, tu amiga abrazándote y no entras en calor. Eres como un chihuahua en el polo norte.
11. De repente alguien te dice: “te voy a hacer una tila, o un té o una sopa. Te hará sentir mejor.” y te parece la mayor tontería que el agua caliente con sabor te pueda ayudar. Pero sorprendentemente te ayuda. Te ayuda a respirar, a rehidratarte y a dejar de llorar por un momento. Que te pongan delante una bebida caliente es, además de cortesía, muy buena idea.
12. Te preguntas mucho todo, sin parar. ¿Por qué? Son las dos palabras que más daño te hacen y te sientes desconsolada. No hay respuesta y si la hay, ahora mismo metida en tu drama, no la necesitas. Te estás torturando, que te dejen.
13. Tu autoestima baja, bajaaaaaaa mucho. En este momento de tristeza absoluta y egoísta digna de un adolescente en una peli de los 80 no hay en todo el planeta nadie peor que tú. No vales para nada y todo lo haces mal. Te lo mereces todo. Gracias al tiempo y la madurez, esta etapa se pasa rápido. Es, ¿cómo os diría?, un peculiar recuerdo a la juventud.
14. No hay realmente nada que te parezca un buen plan o una buena idea. Quiero decir, si en ese mismísimo momento la combinación perfecta entre Hellboy, Wolverine y Han Solo con el aspecto de Josh Brolin apareciera por tu puerta, no te moverías ni del sofá. Sorprendentemente que tu amiga te traiga pipas, vino tinto y una peli de Josh Brolin en camiseta de tirantes y vaqueros te puede ayudar a sopesar la idea.
15. Duermes como Dios. Te has pasado la noche y parte del día llorando, no has comido, no podías respirar, te dolía la cabeza, te has torturado la autoestima y, claro, todo esto junto es como si hubieras corrido la maratón de El corte inglés sin entrenar. Estás destrozada y duermes cual bebé en brazos de su madre. Viene el sueño reparador nunca mejor dicho, porque cuando te levantas, estás un poquito mejor : )
Verónica Alonso(estilista de profesión y baterista de vocación en Me and the Bees)
@lomismoescierto
Fotografia de portada: Eduard Montoya
Text: Vero Alonso
Correcció: Pablo Gerschuni
Quince horas, dan para mucho...

1. Lo primero que noté es que mi piel se puso roja por las lágrimas y me hizo recordar a un triste día allá por 2002 en el que mi amiga Cristina y yo estábamos sentadas en los bancos cerca del MACBA y yo lloraba porque mi novio y yo ya no estábamos juntos. Cristina después de intentar tranquilizarme y darme ánimos me miró, me dió un kleenex y me dijo: “Neni, no llores más, tienes la piel muy sensible y se te pone muy roja. Tienes que cuidártela”. Casi al momento dejé de llorar y nos echamos a reír. Pensé que era lo más ridículo pero también el mejor consejo que alguien, que ya me quería mucho, me podría dar. Yo no lo sabía aún pero le declaré mi amor para siempre ese día.
2. Otra de las cosas que te pasan cuando lloras tanto es que tus ojos brillan, no puedes cerrar los ojos porque te duelen los párpados y tus pupilas se hacen pequeñiiitas. Es el efecto contrario a unas buenas drogas en el Primavera Sound. Supongo que llorar durante 15 horas y música, amigos y drogas son antónimos por ese hecho.
3. Tus labios se cortan por las lágrimas y las babas. No hay en este mundo suficiente glicerina, vaselina o aceite para sellar esas grietas. Acabas mordiéndote las pieles sobrantes y realizándote un peeling a tí misma del que te acordarás durante semanas...
4. El pecho te duele hasta la garganta y no puedes respirar. Llega la ansiedad y el dolor por dentro. Si tienes gato, exactamente se colocará donde te duele y se quedará completamente frito. Esto puede sonar muy bonito sino fuera porque Lobo pesa cerca de 8 kilos y casi acabo con varias costillas rotas de tanto amor.
5. La cabeza te explota, sobretodo el lado izquierdo. Creo que tanta emoción e irracionalidad junta puede con el lado izquierdo del cerebro y reacciona racionalmente mandando patadas eléctricas y punzantes para que reacciones y al menos te tomes un ibuprofeno.
6. Haces mucho pipí. ¿De dónde sale tanta agua? No has bebido, no has comido en horas, no paras de llorar y ¿aún así tienes que ir al baño?, ¿es una broma? Debe de ser la manera más dramática de deshidratarse.
7. No comes. Nada. No te entra nada. La idea de masticar te da fatiga y los hipidos no te dejan respirar. ¡Nunca recomendaría llorar durante 15 horas ni mucho menos no comer! Pero mirando atrás durante las navidades no sería un mal momento para cortar tanto exceso, ¿no? Operaciones bikini a mí...¡ja!
8. Moqueas muchísimo y, si no te compraste esos kleenex suaves de aloe vera que viste en el supermercado la última vez que fuiste, tu nariz se convierte en un instrumento de tortura cada vez que intentas sonarte. Se va tapando lentamente de las paredes hacia el centro del tabique como en el vertedero de la estación espacial en La guerra de las galaxias para terminar sacando agujas punzates cual cabeza de Hellraiser.
9. Respiras por la boca y hablas en nasal. Está claro que tu no nariz no está para respirar ahora mismo, así que entre hipido e hipido vas dando bocanadas de oxígeno mientras intentas explicar cómo te sientes sonando a Janice de Friends con acento del pato Donald. No te entiende ni Punset...
10. Tiritas mucho y tienes mucho frío. Llevas el pijama, la bata-manta, estás en el sofá con tu gato de casi 8 kilos encima, la estufa, tu amiga abrazándote y no entras en calor. Eres como un chihuahua en el polo norte.
11. De repente alguien te dice: “te voy a hacer una tila, o un té o una sopa. Te hará sentir mejor.” y te parece la mayor tontería que el agua caliente con sabor te pueda ayudar. Pero sorprendentemente te ayuda. Te ayuda a respirar, a rehidratarte y a dejar de llorar por un momento. Que te pongan delante una bebida caliente es, además de cortesía, muy buena idea.
12. Te preguntas mucho todo, sin parar. ¿Por qué? Son las dos palabras que más daño te hacen y te sientes desconsolada. No hay respuesta y si la hay, ahora mismo metida en tu drama, no la necesitas. Te estás torturando, que te dejen.
13. Tu autoestima baja, bajaaaaaaa mucho. En este momento de tristeza absoluta y egoísta digna de un adolescente en una peli de los 80 no hay en todo el planeta nadie peor que tú. No vales para nada y todo lo haces mal. Te lo mereces todo. Gracias al tiempo y la madurez, esta etapa se pasa rápido. Es, ¿cómo os diría?, un peculiar recuerdo a la juventud.
14. No hay realmente nada que te parezca un buen plan o una buena idea. Quiero decir, si en ese mismísimo momento la combinación perfecta entre Hellboy, Wolverine y Han Solo con el aspecto de Josh Brolin apareciera por tu puerta, no te moverías ni del sofá. Sorprendentemente que tu amiga te traiga pipas, vino tinto y una peli de Josh Brolin en camiseta de tirantes y vaqueros te puede ayudar a sopesar la idea.
15. Duermes como Dios. Te has pasado la noche y parte del día llorando, no has comido, no podías respirar, te dolía la cabeza, te has torturado la autoestima y, claro, todo esto junto es como si hubieras corrido la maratón de El corte inglés sin entrenar. Estás destrozada y duermes cual bebé en brazos de su madre. Viene el sueño reparador nunca mejor dicho, porque cuando te levantas, estás un poquito mejor : )
Verónica Alonso(estilista de profesión y baterista de vocación en Me and the Bees)
@lomismoescierto
Fotografia de portada: Eduard Montoya
Text: Vero Alonso
Correcció: Pablo Gerschuni